En la oscuridad total, me guiaba por el sonido del agua.
Ecos que me acercaban a ninguna parte en especial.
En ese camino, trastabillé y caí.
Muchas veces.
Me lastimé, manché de tierra mi ropa y mis manos.
Puteé. Total, ya estaba sucio, cansado y con hambre.
Al cielo, a la tierra. A la oscuridad y al fuego.
Al tocarme la espalda lo sentí.
Estaba todo manchado de luz.
Entendí tantas cosas juntas.
Nunca estuve solo del todo:
Siempre mi corazón siguió latiendo.
Mis manos manchadas de tierra
y luz que es mi esencia.
Le agradecí a Dios por iluminar mi camino,
y seguí adelante. Hacia alguna parte,
sin oír los ecos, sin abrir los ojos,
con la sonrisa en las manos.
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