jueves, 5 de abril de 2012

Las mejores comidas al paso para gozar





En las paradas de micros, se suben al micro bandadas vendedores ofreciendo su venta a viva voz. –Pooollos a la broadster, o  –Aguuas. Por 10 bolivianitos tenés una cena caliente, ya embolsada. Solamente faltan los cubiertos. Solamente cuentas con tus manitas.






Algunas personas no pueden rechazar que se les ofrezca un plato de comida rica cuando uno ya está sentado, y encima a un precio regalado. Bolivia es un lugar que en ese sentido pega en uno de los puntos débiles de los cagados de hambre, que siempre tiene que ser un poco ratón. Porque cuanto más barata es la comida, más comida se puede consumir. Bolivia ofrece la oportunidad de satisfacer ese apaetito imparable a cada cuadra, de satisfacer el apetito imparable de los muertos de hambre, para quienes más es siempre mejor. Todo el mundo conoce al menos uno de estos caracteres. La señal definitiva: cerca de un muerto de hambre, es imposible comer algo sin que vengan a pedir. Este conjunto de gente, que jamás les dicen que no a la comida, son los “cagados de hambre”.


Adicionalmente, hay gente a la que no le importan los comentarios de los demás. En distintos hosteles, se sigue escuchando a la gente comentar en varios idiomas –“He tenido que llevar a mi marido al hospital 3 veces en el último año” “Dos de mis amigos han tenido infecciones gastrointestinales” “¡¡¿¿ En serio tomás el agua de la canilla??!!”.


Ni siquiera los cagados de hambre pueden dejar de notar que los estándares de antisepsia definitivamente relajados son la regla aquí en los puestos de comida en la calle. Pero hay que aceptar y entender la belleza de las costumbres del país. Los métodos para servir comida rápido a mucha gente con pocos cubiertos escandalizaban sin sentido a una ecologista del primer mundo. Si bien hablaba español, no entendió lo que le quería decir  –venite y reducime esta huella de carbono. Pero mi enojo era justificado, porque no tiene sentido quejarse de que desperdician plástico usándolo para embolsar todo, hasta los mismos platos, para no lavarlos; cuando después se levanta la ceja cuando se ve a los mismos cinco vasos de vidrio sirviendo mocochinchi y siendo lavados en agua gris, una y otra vez. Personalmente creo que el compartir la misma copa tiene su encanto, por el hecho de tomar en vidrio.


Los puestos en la calle son un especial de Bolivia. Acá desayunamos guiso o una buena sopa por 10bs, sentaditos en la mesa común. Si se encuentran para una precena, hay anticuchitos-brochetas de carnes asadas con picante de maní, con un side de papa hervida para completar el plato por 4 bs. Hamburguesas con papas, sánguche de huevo, choclo con queso, api con torta frita, todo por entre 4 y 7 bolivianitos la unidad.


El mejor trato –según reporta nuestro emisario en Potosí: unas empanadas fritas de “carne”-en realidad son de papa cortada, con un side de ensalada para servirse tipo buffet, en un platito, por un bolivianito. El equivalente a sesenta centavos argentinos, o bien alrededor de 15 centavos de dólar. Para repetir. Para repetir 4 veces, con un side generoso, para arrancar el día, justito después de una chicha de maní.


Al final, uno nunca lee nada, pero mira las fotos.




La yapa es el regalito extra, la recarga que los vendedores guardan –en las licuadoras sobre todo, para agradar al cliente.  La yapita de esta entrada son los jugos. Esos son la alternativa sana, y efectivamente higiénica. El más atléticamente sano: Licuado de yogur de coco con frutillas y almendras. El más piola, papaya para completar la sagrada digestión por la mañana. 


Porque al final, con todo este bajoneo indiscriminado, nos la pasamos semanas día cagando líquido. 

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